*Andrea Buonaventura
El calendario marcaba en color negrita el primero de febrero y, al ser el primer día del mes, le correspondía destacarse de los demás días.
Para cuando Felipe se percató hacía un largo rato que se encontraba observando el almanaque colgado en la pared junto a la pizarra de actividades diarias, semanales y mensuales con sus casilleros completamente vacíos. Hizo un gesto de satisfacción y miró rápidamente la fecha del almanaque y nuevamente la pizarra. En ese momento pensó en su madre. Un recuerdo nubló su vista…era su madre remarcando en la pizarra las actividades pendientes del día anterior, que se sumaban al del día y semana actual.
Movió la cabeza y entrecerró los ojos.
Su mamá no era de esas madres que pasaban la hoja rápidamente. Ella chequeaba todo, nada se le escapaba, nunca, nunca. Todo tenía que hacerse tal cual figuraba en esa estúpida pizarra. Durante mucho tiempo así fue.
Durante mucho tiempo en su cabeza pudo escuchar la frase…
“¿Para algo lo anotamos en la pizarra, no es cierto Felipe?”
Esa pregunta provocó el más cruel de los episodios entre él y su madre.
En esa misma pizarra, un día cualquiera -o quizás, no tanto un primero de febrero- Felipe dejó pinchada en la pizarra la siguiente nota: “Te quiero madre, espero algún día volvamos a vernos”.
Aunque en su interior no tenía la menor intención de que eso sucediera, sólo le pareció correcto dejar esa nota con cierto contenido emotivo… ella lo entendería.
Han pasado diez años de aquel día, sin embargo, en su mente parece que fue ayer.
Parece que fue ayer que su madre lo torturaba a diario con esa maldita pizarra.
Parece que fue ayer que su madre le hacía repetir una y otra vez alguna situación hasta que le salía perfecta.
Parece que fue ayer que sentía su mirada amenazante y punzante que lo atravesaba en todo su ser.
A pesar de ser diestro, secó sus lágrimas con la mano izquierda, ya que en su mano derecha sostenía las notas “Ayuda memoria” de su conferencia.
Observó su mano izquierda y recordó nuevamente a su madre decir -Usa las dos manos Felipe.
-Usa las dos manos, pero ¿No aprendiste nada en estas dos semanas?
-¿Tengo que volver a atarte tu mano útil? para que uses la otra!
-¿Eso es lo que querés?
Parado frente a la multitud, detrás del telón y observando desde un ángulo privilegiado, escuchaba el bullicio y sentía cómo la sala se iba llenando poco a poco.
Se preguntó ¿Qué día es hoy? Ah sí, es primero de Febrero. Cómo no recordarlo. Y mientras se hablaba a sí mismo, una voz le dijo: “Felipe salís en diez minutos, recordá que abrís vos, vas primero”.
Felipe automáticamente entrecerró sus ojos deseando no recordar nada. No esta vez, no ahora. Sólo tenía diez minutos para alinearse y alistarse y de ninguna manera quería darle esos diez minutos a recordar nada referido a su madre, ni a la pizarra, ni al almanaque, ni a toda esa mierda, no ahora… No terminó de decir mentalmente ahora y en su mente se visualizó la fecha primero de febrero, en negrita. Mirando las notas que sostenía en su mano derecha pudo darse cuenta que no era la fecha en sí misma lo que lo angustiaba, sino la tarea que le correspondía a ese día. Sacudió la cabeza y pudo ver que no era la fecha ni la tarea. Era su madre, siempre el problema fue su madre. Todo el tiempo interfiriendo en sus cosas, acciones y decisiones.
-Felipe esto no está bien hecho
-Felipe esto lo vamos a corregir
-Felipe esto no es para vos
-Felipe esta situación no te conviene.
-Felipe, Felipe, Felipe
“¡Basta por favor, basta madre!”, gritó desesperado.
Su asistente se acercó preocupado, le preguntó si se encontraba bien, si necesitaba algo y que su grito se escuchó desde la otra punta de la sala.
-Te aviso que ya llegó, me dijiste que te avisara
-¿Está sentada donde te pedí?
-Si si, respondió su asistente, en el primer lugar de la primera fila de la primera bandeja.
-Muchas gracias, dijo Felipe.
Felipe había soñado durante muchos años con este momento, tenía que salir todo perfectamente exacto, nada podía quedar fuera de lugar, nada podía mezclarse, todo tenía un orden y así lo iba a respetar.
Volvió a escuchar esa voz que le decía… ¿Para algo lo anotamos, no es cierto Felipe?
“Claro, querida madre”, se escuchó diciendo… al tiempo que su asistente le informaba que salía en un minuto.
Felipe se paró como pudo, sin ayuda y a su tiempo. En su cara se podía ver el brillo del triunfo, del amor y la perseverancia. Nerviosamente acomodó sus notas ayuda memoria y se prometió no llorar, al menos no al inicio.
-Estoy listo, dijo Felipe. Y en ese momento frente a sus ojos el inmenso telón comenzó a abrirse permitiendo que la luz entrante iluminara su rostro por completo. Caminó dando pequeños y lentos pasos hacia el atril que lo aguardaba en la mitad del escenario.
Si bien no era su primera conferencia, esta charla era diferente, en esta él era un invitado especial, él era la muestra viviente del amor y resultados. Felipe era en esa conferencia experiencia y esperanza, era amor y dedicación, era entrega y sabiduría.
Felipe llegó al atril, miró sus notas, levantó la vista, observó a la multitud y detuvo la mirada en su madre y sin dejar de mirarla guardó sus notas ayuda memorio en el bolsillo de su saco y preguntó al público ¿Qué hace que una persona no se rinda ante un diagnóstico médico?
Volvió su mirada al público y comenzó su discurso.
Cuando era niño, mi tiempo de vida en este plano era nulo. Según los médicos no tenía esperanza de vida más allá de los cinco/seis años con suerte y sin tener autonomía de mi cuerpo. Hoy tengo treinta y cinco años y créanme, no tengo intenciones de morirme aún… Miró nuevamente a su madre y repitió la pregunta ¿Qué hace que una persona no se rinda ante un diagnóstico médico dado por más de seis profesionales diferentes? Se quedó unos minutos en silencio, esperando que su audiencia procese la pregunta.
Señoras y señores de esta sala, tengo el agrado y el orgullo de presentarles a esa persona que hace años no se rindió ni se vio abatida por un diagnóstico médico y decidió que yo, su hijo, a quien bautizó bajo el nombre de Felipe Arguello, llevando sólo el apellido materno, porque ella así lo quiso, esté parado frente a ustedes siendo la muestra viva de la dedicación, perseverancia, lucha constante y amor, mucho amor.
Cuando decimos que el amor nos salvará… tengan por seguro que así será. El amor de mi madre me salvó, por esta mujer yo hoy soy una persona que se acepta y puede vivir de manera normal. Y me gustaría que todos pensemos en ¿Qué es normal para cada uno?
Voy a permitirme una reflexión, voy a compartirme por primera vez con todos ustedes. Miró a su madre y con voz dulce le anunció. – Madre, es probable, muy probable que no te guste lo que vas a escuchar. Sólo te pido que te quedes y me escuches hasta el final.
Como pudo y sin ayuda bajó del escenario y dio un beso en la frente a su madre, mientras ella lo tomaba entre sus brazos.
Volvió al escenario y estando allá arriba pidió que le acercaran una silla, se sentó y dijo: Durante muchos años no comprendí tu mensaje, durante muchos años te maldije en silencio, llorando noche tras noche solo en mi cuarto. Durante muchos años sólo quería tenerte lejos, días y noches deseaba tener otra vida y también otra madre…
Durante muchos años no encontraba el sentido a mi vida como la veías vos madre. Mi objetivo era simplemente no despertar… Sin embargo, me enseñaste a ver posibilidades donde yo veía fracaso. Me enseñaste que el espejo sólo refleja el exterior y lo importante es lo que sentimos y transmitimos. Pero lo más importante, querida madre, me mostraste lo que es ser Feliz.
A pesar de ser diestro secó sus lágrimas con su mano izquierda, miró a su madre y le dijo; mirá puedo usarla a la perfección.
Si bien se había prometido no llorar al inicio, a estas alturas podía darse el lujo de hacerlo.
Madre, si me ausenté estos diez años fue para que vivieras al menos unos años libre de mí. Ambos nos merecíamos disfrutar y comprobar lo aprendido.
Felipe se paró como pudo y sin ayuda bajó del escenario al tiempo que hizo un ademán con la mano. De la tercera fila se acercó una mujer con una niña en brazos. Felipe miró a su madre y le dijo, te presento a tu nieta. Se llama Juana Isabel Arguello, como su abuela.
*La autora
Escritora de Malvinas Argentinas, Andrea Buonaventura tiene cuatro libros escritos y dos publicados. Ambos presentados en la feria de Malvinas Argentinas. Participó de la feria internacional del libro por SADE y estuvo presente en el stand del municipio.