*Ana María Costilla
Una maravilla de mi niñez era jugar en la calle. Todos los niños de esa cuadra, y algunos de a la vuelta, nos juntábamos y ocupábamos toda la calle y las veredas de esos cien metros, de esquina a esquina. La calle era de tierra y la bordeaban inmensos eucaliptus. Esos hermosos árboles ofrecían un buen escondite para LA ESCONDIDA, o su sombra nos refrescaba después de una MANCHA…Las Violetas entre Castelli y Saavedra…
Jamás en mi vida me aburrí, fui hija única hasta los siete años, siempre me inventaba juegos, y más tarde fueron las lecturas, pero es indescriptible el placer que sentía cuando me dejaban jugar con mis amigos de la cuadra. Era fantástico , la mancha venenosa, mancha agachada, mancha pared, el Martín pescador, El Berlín Berlín, La bruja de los colores , Pisa pizuela, Las estatuas y un dos tres cigarrillo cuarenta y tres…Sí, era fantástico, y todos esos amigos en las tardes de calor, los recuerdo con nostalgia: mi mejor amigo, Silvio Hugo, Claudia, Juancito y sus hermanas, Cristina y Emilia, Marcos, el hermano de las trillizas, Martita, la hija del carnicero, Gustavo, que vino pocas veces, Fernando y su hermana Patricia…
Y siempre, siempre, en lo mejor de algún juego, la voz de mi mamá, gritando, me llamaba a tomar la leche… _¡¡¡Un ratito más, mami, por favor!!!_
Pero, parecía brujería, todas las demás madres llamaban a sus hijos en ese mismo momento. Igual quedaba en el aire la promesa del juego del día siguiente…
¡Qué hermoso haber vivido esa Maravilla!
* Ana María Costilla fue maestra por casi 36 años, ahora jubilada, esposa, madre y abuela. Este relato pertenece a su primer libro, de próxima edición (Caballitos de ajedrez). Siempre vivió en Los Polvorines. Ana María ama a su barrio, su familia y su trabajo. Actualmente trabaja como secretaria en SADE de Malvinas Argentinas.
