*Carlos David Rodríguez
Sus ojos enternecidos por la imagen de la televisión le detienen el tiempo. El periodista de Crónica relata como un señor mayor protegió a su esposa del asalto. No es una noticia más para ella. Pero peor noticia fue la que recibió al atender el teléfono esa misma madrugada. El viejo héroe, su padre, había muerto, producto del balazo recibido en aquel siniestro. Luego, con solo 11 años vio como su madre salía por todos los canales reclamando justicia.
Si Dios observase todo lo que aquella niña, adolescente y adulta, vivió entre pasillos y monoblocks, quizás también se le caería una lágrima de perdón. Pero los ángeles por algo son ángeles. Se nace estigmatizado, pero también con corazón.
Cuando su hermano desapareció del barrio por una vida mejor, ella supo que no volvería a verlo jamás. Se quedó sola, con su madre y el alma en la boca. Con la angustia de saber más de lo que podía ver. Adicto al crack y a la “buena junta”, el pibe descarriló por el camino del hampa, como tantos otros. Como tantos igual. Tan difícil es salir. Y tan difícil llegar.
La muerte, enlutada en un traje fino, de corbata y de frac, también usa anteojos negros porque detesta el sol. Pero la luz siempre está en la fe de los demás. Llena de cadenitas y su estampita de San Expedito, ella abrazó el cajón de madera y otra parte más de su vida se fue con ese gesto.
Sin embargo, ¿Cómo se explica que tan joven mujer todavía quiera progresar? ¿Cómo se explica que no la tienten ni San La Muerte ni el Gauchito Gil? Como dije antes, los ángeles están y salen de los ojos tristes – pero piadosos – de gente tan simple como irreal. Como ella, tantos otros han sabido zafar. Es fácil ser derrotados. Más fácil es dejarse llevar.
La educación no es solo de las escuelas. De hecho, a veces, ni siquiera está en las escuelas. “La educación empieza por casa”, dice la creencia popular: la familia, los valores y todo lo demás. La inteligencia no está en saber la tabla del nueve, está en saber cuándo hablar y cuándo es mejor callar.
Las calles pateadas también son escuela, pero hay que aprender a pisar. Y no es un juego en el que se pueda volver atrás. Aquí y allá la vida es una sola y si se pierde no se vuelve a encontrar.
Ella, hoy estudia en la universidad. “Derecho” estudia y no es mera casualidad.
Hay cuchillos que marcan, pero no todas las muñecas se dejan cortar. Están los que arrastran sus penas y los que se dejan arrastrar. Pero los ángeles, … los ángeles siempre están.
* Carlos David Rodríguez nació el 3 de marzo de 1988. Técnico en comunicación social, escritor y armoniquista. Trabajó en crítica digital y revistas como RETO o La otra realidad. También fundó junto a otros colegas la desaparecida revista NUDO rock y arte. Ha sido colaborador de la revista Crepúsculo y del diario Tiempo en Tortuguitas, localidad que lo vio crecer y donde ha conducido dos magazines radiales en FM Country. Junto a la editorial Autores de Argentina publicó su primer libro de cuentos cortos “De calle, desamores, delirios y suicidas”
Contactos:
Instagram: davidrodriguez1988
Facebook: El terco davidrodriguez1988
Página web: https://davidrodriguez1988.wixsite.com/elterco