Cultura

En primera persona

Foto del avatar
Escrito por Administrador

*Cristian Sánchez

Usted me hace hablar porque le sobra conciencia y le hace falta agallas mi querido amigo y si me permito esta licencia es simplemente porque tratándolo de usted, cuestión que a su gusto se impuso, me permito esta cercanía que facilita el calificativo que hago mío y que uso a sabiendas de lo que cada uno de nosotros es… pero me pregunto antes de darme a entender en mi rubicundo desdén, qué pueden ser dos almas gemelas, más que amigas. Dos almas que conocen la rugosidad de su corteza y la del otro como si fuera la propia. Qué pueden ser dos almas que se complementan en su existencia, más que amigas. Me permito esta licencia, como le dije, intuyendo lo incrédulo que ha podido quedar luego de comenzar a vislumbrar este horizonte de palabras que como un sol negro amenaza oscurecer definitivamente su tranquilo andar.

Contra todo lo que pueda imaginar, estoy entero. Créame… no tengo por qué mentir. Nadie tiene por qué mentir cuando se ha tomado al toro por las astas. Nadie tiene por qué mentir cuando se ha vislumbrado el destino, cuando se ha entendido por qué uno o por qué esto que nos ha tocado. Créame amigo mío. Todo es relleno hasta ese momento, estopa, simples escalones que nos depositan en un lugar, nos alcanzan a nuestro momento inevitable. Por eso todas estas palabras acumuladas que decido soltarlas como si se tratara de un huracán que arremete de golpe contra todo aquello que está mal. Usted por único caso. Usted, que temeroso de ser desenmascarado me ha hecho decir lo que se ha empeñado en callar durante años. Y en ese silencio, el suyo, siempre se ha agitado como un pájaro en la noche de sus sueños, esa infame cobardía de los hombres que hace negar la peor de las verdades, callándose. Colocándose en su rostro la máscara convencional que lo convierte (fabulosa metamorfosis) en un ser prolijo y correcto, merecedor de la sociedad en la que pulula como un ave gorjeante, llena de sol, con el canto dispuesto para demostrar a quien lo quiera escuchar, qué tan pulcro y perfecto se puede llegar a ser ¿O no es así? Dígame si mis palabras faltan a la verdad… entre nosotros, amigo mío, no hay misterios y eso usted lo sabe tan bien como yo. Por eso usted baja los ojos cada vez que actúo como solo yo puedo hacerlo, en su conciencia corroída, tildando cada exceso en su también correcta formación cristiana con la que lo han forjado… ¡Por favor! Si no hace falta mentirnos, nos conocemos muy bien. Usted se sabe responsable de la insolencia con la que ha edificado a costa mía, por supuesto, esos pilares que hoy dan forma a su carácter altanero, ese espinazo del que se vale para ir de un lado al otro prolongando silencios entre los presentes que ocasionalmente quedan a su vera como si usted fuese un lecho de aguas turbias capaz de llevarse todo lo que se cruce a su paso ¡Por favor! ¿Usted? Usted y yo sabemos de qué materia está hecho cada uno de nosotros… por eso a mí no. Ya no. Quiero que sepa que ya no. Qué a sabiendas de su existencia descreo de usted. Como lo escucha. Usted no es sagrado y nada hay de original en sus actos. Nada ¿Qué paradójico no? Y quién dijo que la realidad no podía serlo amigo mío. Azorado, seguramente, lo estará comprobando en este instante. Y este quiebre en el tiempo que nos impongo diciéndole lo que tal vez nunca pensó escuchar, sirva para que nos descubramos de una vez. Y podamos quitar todas nuestras capas que cubren nuestras cortezas para saber de una vez por todas qué escondemos. Por eso no siento ningún tipo de culpa al darle definitivamente la espalda, aunque me sienta (imposible no sentirlo así) una extensión suya. Ya no cuente conmigo. Reniego de mi sangre. Blasfemo a mi creador ganándome el hades. Sí, pero sepa querido amigo que toda la decisión es mía y me regocijo en ella porque así lo dispuse. Nadie tiene por qué entender estas cosas. Todo vibra, se agita aquí dentro mío y todo me pertenece en este, mi terreno. Ni siquiera usted puede permitirse adentrarse en estas tierras. Aquí vivo y muero y he decidido hacerlo solo por si no entendió. Ese tembladeral de pupilas que como dos estrellas en un espejo de agua vibra en un vertiginoso movimiento sobre su rostro, llenos sus ojos de ese brillo glacial que solo las heridas que no cicatrizan traen, es la clara muestra de lo dura que puede ser una realidad cuando nos llega sin que la esperemos, ese golpe que no acertamos a saber por dónde viene y que nos hace retroceder como en el pugilato, hacia atrás. Así me lo imagino frente a mi palabra dura mas déjeme decirle que lo suyo, todo lo suyo, es pura teatralización para tapar algo mucho más profundo que usted como ya sabemos no se anima a mostrar y cobardemente esconde. No le creo. Todas las imágenes que conservo de usted son falsas. La única que merece respeto es la que me ha dedicado para darme vida y no me mal interprete, nadie más alejado que yo de la vanidad. Nadie…

Usted ya no me pertenece, lo he soltado a partir de esta noche. Todo usted es un recuerdo. Tendrá que buscar otra voz que le haga de partener en sus caprichos mundanos porque en este momento en el que usted lee, ese presente en el que todavía se atreve a fingir su desazón para cubrir el odio visceral que siente al saberse no correspondido, ese presente en el que todavía nos regala una última escena de su ficción eterna, será pues todo mi pasado. Ya no tendré voz, solo seré un montón de palabras hechas y deshechas sobre una hoja en blanco que usted se ha atrevido a formar para sacarse de encima un pesar, que quien deja hoy bien en claro su desdicha, se ha encargado de sostener con dura pena. En mí nunca ha habido dobleces querido amigo ni lados ocultos que no puedan apreciarse. Una humilde filosofía en boca como una herida abierta se ha encargado de abrir su carne, imponiéndose inevitablemente, para soltar su fuego y salvarse poniendo mi cuerpo y mi voz en su lugar. He dicho basta. Que el olvido me alce como a un niño y me lleve a sus tierras desoladas y frías. No importa. No seré cómplice de su hipocresía y su falta de coraje. Si quiere seguir escribiendo allá usted pero conmigo nunca más. Ha puesto en mí todo lo que en usted cabe a la perfección y ya no estoy dispuesto a sostener el dolor de nadie. Que cada uno se haga cargo de lo suyo. Si usted es un ser descomunal… una suerte de monstruo terrenal, cargado de lascivia y deseos violentos, capaz de matar a su padre como un Edipo imponente o capaz de soltar ideas que en cualquier sociedad sería justo motivo para tenerlo bien encerrado entre cuatro paredes hasta que la muerte lo encuentre por el bien de todos los que le andan cerca. Hágase cargo. Deje de usarme para expandir su dolor. Grite a los cuatro vientos de una buena vez todo lo que usted siente y piensa pero hágalo bajo su nombre. Escriba una suerte de diario íntimo y deje la ficción, esa vaina que utiliza para no ser juzgado. Yo ya no seré más su voz narrativa. No habrá más cuentos que mi voz llene. Hasta aquí llegué. Adiós.

El autor

Cristian Sánchez nació en San Fernando el 11 de septiembre de 1977, provincia de Buenos Aires. Desde el año 2001 trabaja como profesor de prácticas del lenguaje y literatura en distintas instituciones de la provincia. Dos de sus cuentos formaron parte de Entre giros y sombras, primera antología de suspenso de Niña pez Ediciones. En ese mismo año y con la misma editorial publicó su primer libro de cuentos Todo por el loco ese y otros cuentos. En el año 2021 con Loquevendrá Libros publicó Las bestias, una serie de once relatos que tienden a lo monstruoso y lo terrorífico. Algunos de sus relatos fueron incluidos en distintas antologías colaborativas.

Cuento publicado en El Diario de Malvinas: “El Visitante”

Contacto: cristian.s0911@gmail.com

Print Friendly, PDF & Email

Sobre el autor

Foto del avatar

Administrador

Leave a Comment